jueves, febrero 09, 2012

Esther Amalia Dalbesio. Te fuiste en paz de entre nosotros. Y de mí ¡Gracias Mamá!


    
Mamá falleció el 7 de enero, en una soleada y calurosa mañana de verano. Falleció en la cama de un Hospital, luego de estar 15 días en la Unidad de Terapia Intensiva para pacientes en estado crítico. A las 10:30 como consta en su Acta de Defunción. Causa: Paro Cardiorrespiratorio.
Se fue de este mundo en silencio, como estuvo sus últimos 15 días. Apenas un día, o dos, quizá haya reconocido mi voz cuando le hablaba mientras le peinaba sus cabellos, gesto que solía hacerlo cuando yo era chiquitito en edad. “Vení Mamá, que te voy a lavar el pelo” le decía, y me pasaba largo rato con el peine y el cepillo (el mismo que Ella usaba conmigo cuando yo era bebé, y que atesoro hoy en día) acariciando sus negros cabellos, esos mismos que, a sus 57 años, casi no tenían otros plateados entremezclados. Eran tan suaves, tan finos como hermosos.
Siempre me preguntaré qué habrá sentido Ella, en esos 15 días de casi total inconsciencia ¿Se habrá sentido sola? ¿Habrá querido llorar? ¿O habrá conocido algún lugar que, a los que seguimos en esta realidad no está vedada la entrada? ¿Habrá entrado en los sueños de algún/a alguien para despedirse? Preguntas. Preguntas. Preguntas respondidas a medias, sin certezas, sin seguridades.
Esa es la parte más dura para nosotros, a los que nuestra mente todo quiere entender. Porque los que se van, se llevan las respuestas a las preguntas que nosotros formulamos, en un cuasi acto de masoquismo. Porque sabemos de antemano que las respuestas serán provisorias, inconclusas, plagadas de quizás y faltas de certezas.
Hoy escribo desde mi casa natal, esa misma en la que Mamá vivió sus últimos 24 años, más o menos, y la que yo abandoné por mis estudios hace 6. Y todo me recuerda a Ella. Y mi mente se niega a dejarla ir. Busco cosas que tengan su huella, para poder sentirla conmigo. Pero he de aprender a sentirla conmigo de otra forma. Porque creo que su alma ahora es libre de las ataduras de este mundo y su realidad, de las cadenas que envolvemos en derredor nuestro mientras dura lo que dura nuestra estancia por estas tierras… Ella ahora tiene la oportunidad de volver a jugar…
Ella nunca tuvo temor a morir. Siempre lo dijo, siempre me lo enseñó. Y sé que no lo tuvo. Porque lo vi en sus ojos, cuando nos apretamos las manos y emprendimos la travesía que duró esos 15 días. Esta vez, Ella se fue y yo fui el que se quedó a despedirla. Subió al tren sin palabras de despedida, sin darse vuelta a mirar, sin pegar su mano en el vidrio de la ventana del “runaway train”… Quizá porque, después de todo, algún vacío habrá sentido al saber que debía emprender su viaje sola, sin aquellos a los que nos regaló su luz todos estos años. A mí me la regaló por 23 años, y sólo me quedan palabras de agradecimiento para con Ella.
Sé que nuestras almas se han de encontrar más adelante… Porque hoy el tiempo ya no es mucho, porque hoy el tiempo ya no es poco, porque hoy el tiempo ya no es tiempo…
¡Gracias por TODO Mamá!
¡Te Amo!

Carlos Marcelo Bustos
(7 – Febrero – 2012).