domingo, abril 24, 2011

(Sin título)


- El sol brilla igual en todas partes...
- Mentira, te respondí. En tus ojos tiene más luz que en cualquier otro lugar...

martes, abril 12, 2011

Noche, siluetas, baldosas flojas y demás condimentos…

Es una de esas noches de acordes de algo desafinados, de nubes abotagadas de soledad, de gatos embriagados y noctámbulos, de algunas estrellas como guirnaldas suspendidas de la nada, de las luces ajenas en balcones aún más ajenos que los impersonales anillos de un Saturno que no veo, pero que sé que está ahí, o allá. Es una de esas noches en que los automóviles pasan sin mirar y dejan una estela de desesperanza condimentada con el aroma de combustibles tan fósiles como las miradas de amor entre ese Montesco y aquella Capuleto; de aquellas bombillas de vapor de sodio que dan esa luz tan anaranjada como las alas de las mariposas monarcas, pero que ciñen el corazón, lo estrujan en un impiadoso intento de filtrar las emociones para que decanten las más oscuras y queden flotando las más claras. Sigue siendo una de esas noches en que las siluetas desfilan por las veredas de baldosas, algunas flojas, que salpican el agua de alguna lluvia que fue y pasó, y otras que se proyectan como los fantasmas del insomnio y los Nazgûl de la Tierra Media en las alturas de edificios grises, ahora teñidos de negro por las horas del reloj. Así en esta noche, no estás aquí. Pero de alguna forma estás. Porque la ausencia es una forma de estar, sin estar.

lunes, abril 04, 2011

Un 21 de Marzo contra Viento y Marea

21 de Marzo. Una fina lluvia cae sobre el suelo. Las gotas claman sus penas en su camino al silencio, pero antes de extinguirse estridulan su último martirio: un destino decidido de antemano; caer, caer, caer, caer hasta esfumarse, no sin antes dejar este mundo estrellándose en algún suelo, en alguna dura baldosa de inmutable granito, para finalmente elevarse por culpa del Sol, aglomerarse con otras miles de gotas de agua para nuevamente caer, caer, caer, caer, y repetir el ciclo. El ciclo del agua, dicen los libros insulsos. Sí, hoy es 21 de marzo, y está lloviendo. Y está comenzando el otoño por estos lugares. Todo comienza a llenarse de una lúgubre atmósfera que nada tiene que ver con aquella atmósfera que a todos nos dijeron que está formada por capas y que la surcan aviones y moléculas ionizadas por igual. Las hojas de muchas plantas comienzan a dejarse arrastrar por los colores de los beta carotenos y sus secuaces, derivados esterificados con, vaya uno a saber, qué moléculas.

Parece ser que este Otoño viene denso, che. O no sé. Quizá sea que es tiempo de que las hojas de acero comiencen a surcar sus caminos en un trazo longitudinal, y no perpendicular a mis venas, porque así el proceso es más fructífero; y todo redunda en que aquel enérgico magma hemoglobinizado pueda al fin liberarse en caudales que emanen al viento y el ardor de una herida abierta pueda poner fin - ¡al fin! – al dolor de una herida cerrada. Sépame disculpar Señor Eduardo Galeano: Las Venas Abiertas, de Carlos Marcelo Bustos Dalbesio. Como hoy es 21 de Marzo, uso el apellido legado de mi Madre también.

Los dedos. Mis dedos. Los siento diferentes ¿Cómo diferentes Carlos, Charly, Charles, Charls, Cacho, Cachp, Marcelo? Así de diferentes, como todos esos nombres que redundan en una (mi)sma persona. Y los siento como más vulnerables, como si cada vez que hago un bend – cuando mi guitarra se entrega en cuerpo y cuerdas, pobrecita – la carne se entremezcla con el acero de las cuerdas y se entrega al recóndito placer de abrirse y dejar libre a su líquido bálsamo rojo, y es como si las notas menores fueran aún más tristes y penetraran en el alma de acero del mástil para luego dejarse escapar en un cuasi lamento ahogado por un cóctel de tristeza batido con soledad.

Soledad. Soledad. “Soledad tómame de la mano, esta vez no aprietes demasiado. Ya conozco el dolor. Soledad”… Así dirían los de Bacilos. Hoy yo les hago los coros.

Cómo hacer para poder aglutinar todo esto en este tiempo. Cómo hacer para aglutinar algunos sentimientos divorciados; más aquellos traumas no superados que no son míos, pero que me los colocan en mi mochila; y caminar de la mano de esta tristeza que algún día llegó para quedarse y que nunca me suelta de la mano; y mantenerse firme por caminos plagados de riscos y expectativas abismales que tampoco son mías, sumados a una ayudantía en la cátedra de Orgánica I….y ya no sé qué más…

“Allá voy, contra viento y marea…” dirían los pibes de Las Pastillas del Abuelo. A ésta, la canto yo…