Te
miro. Te miro en esta mañana. Tu dormida, quizá viajando por universos nuevos y
magníficos. Yo mirando la forma en la que respiras, sin sonidos, con calma, y
deseando ser ese aire que por un momento vivió dentro de ti. Miro tus ojos,
cómo ellos apenas se mueven, quizá porque saben que los miro y se sonrojan.
Miro tus labios rosados, en los que se dibuja una mueca neutra. Miro la luz que
entra por aquella ventana, y se cuela por entre la cortina, bañando cada parte
de tu piel, mezclándose con el aire y haciendo que brille en una caricia
tornasolada. Y así te miro, por un tiempo que pierde su esencia, y se resbala
por entre las sábanas, y de nuestras manos. Y no puedo contener el deseo de
pasar una mano sobre los cabellos que reposan sobre tus mejillas. Y entonces,
suavemente, te mueves y abres una vez los ojos. Y sonríes. Y los cierras,
porque aun la luz es demasiado brillante. Los abres nuevamente, y mirándome
buscas los míos, espejos de los tuyos. Entonces vuelves a cerrarlos, y respiras
con fuerza y te mueves aún un poco más. Y para entonces, yo cierro mis ojos,
esperando que caigas de boca sobre mi boca. Y cuando la oscuridad ya ha alzado
la voz de la victoria, siento tus labios, y ya todo cobra sentido. Y puedo
verlo. Y es en ese instante, en que Tú te vuelves luz, en esa luz al final del
túnel. Del oscuro y gótico túnel…
viernes, julio 20, 2012
miércoles, julio 11, 2012
Versos al éter
Mírame a los ojos, mírame fijo.
Martilla tu mirada contra la mía.
Y entonces, suelta las palabras, las letras, las sílabas.
Escúpeme, escúpeme todas sensaciones que callaste,
todas las palabras que escondiste por vergüenza,
por vergüenza de aceptar que tu vida era poesía,
que era caricias condensadas.
Y abofetéame en la mejilla,
con todos los dedos que siempre escondiste.
Y te diré lo que siempre creí, aquello que nos mantuvo en pie:
que siempre todo fue poesía, palabras acarameladas, viscosas,
oxígeno del fuego, combustible de las almas;
nacidas para ser consumidas sin reparos, sin remordimientos, sin
cautela.
Porque de este mundo nos vamos y sólo ellas quedan:
nuestras palabras.
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