Nuestra respiración se había acoplado. Nuestros
movimientos se habían unificado. Mi cabeza descansaba sobre los cabellos que
bañaban tu cuello…Un leve espasmo te devolvió a la realidad, y te diste cuenta
de que el agua comenzaba a teñirse de rojo hemoglobina. Sólo en ese momento te
diste cuenta de que yo había tenido la mejor de las muertes: morir en tu pecho.
Y en ese mismo momento te diste cuenta que Tú tendrías la peor de todas tus
muertes: la de vivir la mía…