Y de
repente se encontró queriendo abstraerse de todo y de todas las cosas, detrás
de esos ojos marrones (¿acaso delatores?); querer traspasar el vidrio, pero
hacia atrás, sin que atrás sea volver porque nunca estuvo de ese lado del
vidrio, porque siempre estuvo de espaldas al vidrio. Dejarse envolver, con
fuerza de puños apretados al cielo, por una realidad densa, como un ectoplasma
húmedo, mohoso, casi inmundo, que ahogue sus palabras y las retenga, y luego
las diluya hasta hacerlas nada. Porque se dio cuenta de que estaba lleno de esa
basura de vida feliz, de buscar algo que nunca nadie, pero nadie, le supo
definir (a él, que su mente todo buscaba definir), influenciado por esa
corriente posmoderna (¿acaso posmoderna?) de buscar los límites, sólo para
darse cuenta que detrás de ellos siempre existe un vacío sin sistemas solares,
sin estrellas. Y que además, su Rayuela se iba desdibujando día tras día, la
tiza arrancada del suelo por la brisa de los “tiempos mo-der-nos”, y así fue
perdiendo esa capacidad de sentirse Horacio, de estar sentado al borde de la
ventana (porque muchas veces estuvo sentado al borde la ventana, por eso
conocía tan bien la sensación), de dejarse… y paf se acabó.
El despertador gritó que ya era hora de
levantarse y volver a la realidad, a esta realidad.
sábado, septiembre 29, 2012
domingo, septiembre 09, 2012
Trasmontaña.
Trasmontaña. Una palabra que para el común de los tucumanos (los
que vivimos en la provincia de Tucumán, Argentina) es mínimamente conocida.
Como lo era para mí (soy tucumano), hasta hace apenas unos días atrás. Y hoy,
Trasmontaña significa muchas cosas, muchísimas. Todas emociones, sensaciones…
Técnicamente, el Trasmontaña es un rally de mountain bike de a
parejas, de punto a punto. Son 45km de tierra, barros, ríos con poco agua,
senderos, raíces, todo entre 700 y 1400 msnm. Pero eso es técnicamente. El Trasmontaña
para mí es otra cosa.
El Trasmontaña es pedalear cansado viendo la rueda de mi
amigo-compañero, escuchando decirme “¿Venís bien? “ Y, decir “sí” aunque a las
piernas apenas las sienta. Porque eso es el Trasmontaña. Es pedalear porque tu
compañero está tan cansado, o más, que vos y sin embargo, sigue adelante. Tu
compañero es el que te espera, te alienta, te da las fuerzas que él mismo no
tiene. El que en su cara las dudas no aparecen. El que tiene la vista puesta en
llegar, como sea, pero siempre pedaleando hacia adelante.
Y llegás, ves aquel arco con la palabra “Llegada”, ahí arriba, y
te parece que si levantás la mano lo tocás… Y
la gente que no te conoce, que se acerca a esperar a los suyos por
llegar te alienta, te aplauden, sonríen, te saludan… Y escuchas a los que
sentís tuyos, a los que fueron a apoyarte, a decirte “te veo en la llegada”,
los que cuando te vieron pasar te gritaban “¡vamos que venís bien!”. Y te
olvidás del cansancio, del hermoso dolor, del calor, del sudor. Y te acercás a tu
compañero en su bici y lo buscás para pasar bajo ese bendito arco junto a él. Y
lo pasás. Y llegaste.
Y todo el mundo, todo el universo, toda tu vida en ese momento,
ES ESE MOMENTO. Buscar a tu compañero para abrazarlo, para decirle “Gracias”. Y
sentir que el tiempo ya no existe, ni el cansancio, ni el sudor, ni alguna
herida…
El Trasmontaña es eso: un momento que escapa del tiempo para
quedar por siempre lacrado en lo más hondo de tu alma.
¡Gracias David por estar siempre conmigo y por haberme dado fuerzas
todo el tiempo!
¡Gracias a Enrique, a Camilla, a Isolda, a Ezequiel, a Facu, a
Flopy!
¡Gracias a Todos los que en la carrera dieron una palabra que
fue importante para llegar a la meta!
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