Los 4 hombres caminábamos
hacia aquel restaurante, desconocido, en esa calle luminosa, tremendamente
luminosa, pero más desconocida aun. Mi Hermano se detuvo en la misma puerta del
local, luego de haber subido unos cuantos escalones. Yo venía conversando con
aquel señor de edad, que no recuerdo saber exactamente quién era. Le pregunté
si llamaban “El Campito” a aquel complejo de canchitas de fútbol del que me
hablaba, a lo que me respondió con una negativa, que en aquella época su nombre no era “El Campito”. Fue en ese
momento que mi Hermano, de pie en la entrada, dijo: “Era mejor en esos años,
porque uno jugaba y, salvo por Maradona o Pelé, uno creía que era el jugador
que todos se peleaban por tener en su equipo”… Mi padre, de pie a mi izquierda,
hizo un gesto ruidoso, que sonó a sarcasmo. Pero en mí, algo se había roto; y
todo se había disociado, como si un fino velo que había cubierto mis ojos hubiese sido atravesado por una hoja
metálica plateada y filosa, y empezara a rasgarse en un ensordecedor grito
silencioso y hubiera dejado expuesta esa verdad escondida, hasta entonces. Y
comencé a comprender, las piezas empezaban a encajar, las aristas antes
distantes se unían perfectamente, en un proceso de auto ensamblaje del que yo mismo
no tenía incidencia, del que solamente era un mudo espectador. La
niñez nos abandona, y la adultez nos llega, cuando empezamos a dejar de creer
que somos el héroe de nuestra propia existencia.
El
despertador gritó. Lo siguió haciendo. Me quedé algunos momentos en mi cama;
pensando, pensando, pensando en lo que había soñado, en lo que se me había
revelado. La madrugada estaba en su zénit, en su apogeo. Curiosamente, una
tranquilidad inusual me había dominado por completo. Apagué el despertador,
sabiendo lo que tenía que hacer: prender la computadora y sentarme a
escribir.
domingo, marzo 09, 2014
miércoles, febrero 12, 2014
30 Años jugando en la Rayuela eterna
"El peso, el olor, el tono de una risa o de una súplica, los tiempos y las precipitaciones, nada coincide siendo igual, todo nace de nuevo siendo inmortal, el amor juega a inventarse, huye de sí mismo para volver en su espiral sobrecogedora, los senos cantan de otro modo, la boca besa más profundamente o como de lejos, y en un momento donde antes había como cólera y angustia es ahora el juego puro, el retozo increíble, o al revés, a la hora en que antes se caía en el sueno, el balbuceo de dulces cosas tontas, ahora hay una tensión, algo incomunicado pero presente que exige incorporarse, algo como una rabia insaciable..."
Cuando de repente, pasaron 30 años... 30 años atrás, Julio comenzaba a jugar en la Rayuela eterna... Tanto nos dejó...tanto.
martes, septiembre 10, 2013
Versos Absurdos
Juguemos al
absurdo.
Juguemos al
ilógico,
De envolver las
alas de los aviones
En plumas de
cóndor.
Para volar alto,
Muy alto,
Tan alto que
apenas nos elevemos
De nuestros
cuerpos,
Y de nuestros
labios.
Pero sin permitir
que nuestras lenguas
Dejen ir el sabor
de los besos.
Juguemos al
absurdo.
Juguemos al
ilógico,
De
abrazarnos,
Por dentro,
Casi tocando
nuestras almas,
Acariciando esa
esencia elemental
Que nos hacer
ser,
Alguien que
siente.
Juguemos al
absurdo.
Juguemos al
ilógico,
De querer
cultivar
Un jardín de
rosas
En nuestra cama
Y poder dormir
cada noche
Entre pétalos
Y aromas de
madrugada.
Abrazados.
Juguemos al
absurdo.
Juguemos al
ilógico,
De embriagarnos
Del deseo mutuo,
Por tener
nuestros cuerpos
Atados al amor
ardiente,
Que se hace fuego
cada mañana.
Y de las cenizas,
Renacer cada
noche.
lunes, junio 17, 2013
25 Años
He amado.
He llorado.
Mi alma se partió
en dos mitades asimétricas,
y la he reparado
como he podido.
He reído.
Me he
avergonzado.
He quedado
maravillado.
He deseado mi
muerte,
incluso la he
planificado.
He sentido.
He mentido.
He sido honesto.
Hice daño.
He hablado.
He callado,
casi siempre.
He soñado,
despierto y
dormido.
He cansado mis
piernas.
He estrellado mi
cuerpo,
contra el suelo.
Y contra otros
cuerpos también.
He besado otros
labios.
He mirado otros
ojos.
He querido ser el
reflejo
en el espejo.
He querido ser
más robusto.
He querido ser
más delgado.
He cantado
canciones.
He escrito mis
desvaríos (y lo sigo haciendo).
He leído muchas
cosas.
Y el pasado
16 de Junio,
he cumplido 25
años.
En esta realidad.
miércoles, mayo 22, 2013
miércoles, abril 24, 2013
Muertes
Nuestra respiración se había acoplado. Nuestros
movimientos se habían unificado. Mi cabeza descansaba sobre los cabellos que
bañaban tu cuello…Un leve espasmo te devolvió a la realidad, y te diste cuenta
de que el agua comenzaba a teñirse de rojo hemoglobina. Sólo en ese momento te
diste cuenta de que yo había tenido la mejor de las muertes: morir en tu pecho.
Y en ese mismo momento te diste cuenta que Tú tendrías la peor de todas tus
muertes: la de vivir la mía…
jueves, febrero 07, 2013
¿Cuántos ... ?
Sentados uno enfrente del otro le pregunté:
-
¿Cuántas historias podían caber en tu pocillo de café?
¿Cuántas caricias cabían entre tus manos? ¿O cuántos besos podías esconder
entre tus labios? ¿Cuántas miradas mías recordaban tus recuerdos? ¿Cuántas
palabras se enredaban en tu garganta? ¿O cuántas habías olvidado sobre tu
almohada? ¿Cuántos sueños hibernaban en el cuarto cajón de tu cómoda?
Ella nunca
respondió. Pero logré entender que todo eso, y más aún, cabía en uno solo de
sus silencios…
viernes, enero 11, 2013
La baranda
Crucé el ventanal que me llevaba de cara a la calle,
pero más arriba que la calle en sí misma. La miraba desde un segundo piso.
Llegué hasta la baranda que separaba (¿acaso lo separaba?) el suelo ¿acaso
firme? del éter y puse mis manos en ella. Pensé un momento, y al siguiente,
acomodé mis antebrazos en la misma baranda, dejando caer levemente el cuerpo.
Levanté la cabeza y vi que esa Luna estaba colgada del cielo oscuro, rodeada de
varias estrellas y nubes. Rodeada de madrugada. Era curioso, acercarse hasta
una baranda y no pensar en saltar al vacío, quizá sólo con el ferviente deseo
de sentir el aire cortándome la piel, quizá con el deseo de algo más…
Simplemente estar apoyado en ella, confiando en su seguridad inmaterial, de
garantías invisibles. Cambié. Esa fue la respuesta a una pregunta que fue tan
tácita como jamás pronunciada. Y mi cabeza tenía nuevamente combustible para
quemar, huesos para roer hasta dejar la médula oxidándose en el aire vivo.
Evité hacer la siguiente pregunta que se desprendería de la primera; decidí
prescindir de hacerla porque la respuesta ya estaba en la puerta de la mente.
Ella. Estaba a la par mía, diciéndome que la noche estaba fresca, hermosa. Y
cuánto habría por descubrir en esa sonrisa lábil, en esos ojos brillantes de
juventud, en ese cuerpo que ofrecía
cobijo… cuánto. Cuánto. Y por dentro de mí, corría el dilema del erizo
corrompiendo lo más humano y terrenal que tenemos. Había que decir algo, había
que hacerla reír, había… y mis recuerdos ya no recuerdan.
Sólo me quedé con el sabor del momento, con el fresco de la
madrugada en los labios, y su sonrisa jugueteando ruidosamente por los pasillos
de mi alma, prendiendo la luz donde por años la oscuridad había sido dueña y
señora.
martes, noviembre 13, 2012
Solamente yo mismo.
Podría
inventar, o mejor dicho, encadenar palabras unas con otras, darles un sentido
metafórico, que sean mieles para tus oídos, pero que de ninguna manera dejen de
ser simples utopías. Podría, sí, soy capaz de decirte bien cerca de tu oído que
viajaría a la Luna, robaría un trocito de ella misma y lo traería para que cada
vez que la mires sepas que estuve ahí por Ti. O podría decirte que en tus ojos,
el Sol brilla como en ninguna otra parte. O quizá, que si vez, un día
cualquiera, que una abeja se enreda en tus cabellos es porque son más dulces
que el néctar que puede libar de cualquier flor. Que mi corazón late porque el
tuyo lo hace, y juntos entonan un ritmo plácido que más que a sístole y
diástole suena a campanas de cristal bajo la luz que penetra en algún mar
olvidado del Edén. Y la lista podría continuar con algunas frases más.
Podría
prometerte que serás el amor de mi vida. Que toda mi vida es tuya, que mi vida
está en tus manos. Que juntos vamos a construir una vida llena de alegrías,
como el canto de un quetupí. Que juntos podríamos buscar perlas de luz en las
noches más calurosas de esta ciudad gris, y en las más frías, darnos calor con
melodías suaves y sencillas cantadas al unísono al abrigo de la luz tenue de
nuestro cuarto.
Podría.
Pudiese. Puedo. No serían más que mentiras escondidas bajo las sedas de
palabras dulces, tiernas, que ocultan la simiente de algo que nunca dará una
flor.
Porque prefiero, sencillamente, decirte que soy
éste que vez delante de Ti. Temblando, nervioso, de manos heladas y ojos
tristes. Que no tengo casas para ofrecerte; que quizá no viajemos demasiado
lejos; que autos no me gustan manejar; que normalmente hablo mucho menos de lo
que pienso; que algunos miedos se enquistaron y son inmunes a mis embates de
canciones de aliento y lecturas de motivación; que la química me seduce. Que
sólo tengo este par de brazos a los que les puedes pedir que te abracen cuando
lo desees; que este par de manos ansían enredarse en tus cabellos,
desordenarlos, para luego disfrutar acariciarlos; que solamente puedo llegar a
ser este par de labios que desean morir posándose en los tuyos; que sólo soy
este cuerpo en el que puedes encontrar calor cuando lo necesites. Que después
de todo, solamente soy un par de manos que escriben lo que un par de labios no
se animan a decir.* El texto lo escribí hace más de un año (figura en el archivo de Word con fecha del 1º de Agosto de 2011). Sabrá Dios pensando (o sintiendo a quién) lo habré escrito jaja. Lo presento a falta de algo más novedoso :P
sábado, septiembre 29, 2012
Vidrio y Rayuela
Y de
repente se encontró queriendo abstraerse de todo y de todas las cosas, detrás
de esos ojos marrones (¿acaso delatores?); querer traspasar el vidrio, pero
hacia atrás, sin que atrás sea volver porque nunca estuvo de ese lado del
vidrio, porque siempre estuvo de espaldas al vidrio. Dejarse envolver, con
fuerza de puños apretados al cielo, por una realidad densa, como un ectoplasma
húmedo, mohoso, casi inmundo, que ahogue sus palabras y las retenga, y luego
las diluya hasta hacerlas nada. Porque se dio cuenta de que estaba lleno de esa
basura de vida feliz, de buscar algo que nunca nadie, pero nadie, le supo
definir (a él, que su mente todo buscaba definir), influenciado por esa
corriente posmoderna (¿acaso posmoderna?) de buscar los límites, sólo para
darse cuenta que detrás de ellos siempre existe un vacío sin sistemas solares,
sin estrellas. Y que además, su Rayuela se iba desdibujando día tras día, la
tiza arrancada del suelo por la brisa de los “tiempos mo-der-nos”, y así fue
perdiendo esa capacidad de sentirse Horacio, de estar sentado al borde de la
ventana (porque muchas veces estuvo sentado al borde la ventana, por eso
conocía tan bien la sensación), de dejarse… y paf se acabó.
El despertador gritó que ya era hora de
levantarse y volver a la realidad, a esta realidad.
domingo, septiembre 09, 2012
Trasmontaña.
Trasmontaña. Una palabra que para el común de los tucumanos (los
que vivimos en la provincia de Tucumán, Argentina) es mínimamente conocida.
Como lo era para mí (soy tucumano), hasta hace apenas unos días atrás. Y hoy,
Trasmontaña significa muchas cosas, muchísimas. Todas emociones, sensaciones…
Técnicamente, el Trasmontaña es un rally de mountain bike de a
parejas, de punto a punto. Son 45km de tierra, barros, ríos con poco agua,
senderos, raíces, todo entre 700 y 1400 msnm. Pero eso es técnicamente. El Trasmontaña
para mí es otra cosa.
El Trasmontaña es pedalear cansado viendo la rueda de mi
amigo-compañero, escuchando decirme “¿Venís bien? “ Y, decir “sí” aunque a las
piernas apenas las sienta. Porque eso es el Trasmontaña. Es pedalear porque tu
compañero está tan cansado, o más, que vos y sin embargo, sigue adelante. Tu
compañero es el que te espera, te alienta, te da las fuerzas que él mismo no
tiene. El que en su cara las dudas no aparecen. El que tiene la vista puesta en
llegar, como sea, pero siempre pedaleando hacia adelante.
Y llegás, ves aquel arco con la palabra “Llegada”, ahí arriba, y
te parece que si levantás la mano lo tocás… Y
la gente que no te conoce, que se acerca a esperar a los suyos por
llegar te alienta, te aplauden, sonríen, te saludan… Y escuchas a los que
sentís tuyos, a los que fueron a apoyarte, a decirte “te veo en la llegada”,
los que cuando te vieron pasar te gritaban “¡vamos que venís bien!”. Y te
olvidás del cansancio, del hermoso dolor, del calor, del sudor. Y te acercás a tu
compañero en su bici y lo buscás para pasar bajo ese bendito arco junto a él. Y
lo pasás. Y llegaste.
Y todo el mundo, todo el universo, toda tu vida en ese momento,
ES ESE MOMENTO. Buscar a tu compañero para abrazarlo, para decirle “Gracias”. Y
sentir que el tiempo ya no existe, ni el cansancio, ni el sudor, ni alguna
herida…
El Trasmontaña es eso: un momento que escapa del tiempo para
quedar por siempre lacrado en lo más hondo de tu alma.
¡Gracias David por estar siempre conmigo y por haberme dado fuerzas
todo el tiempo!
¡Gracias a Enrique, a Camilla, a Isolda, a Ezequiel, a Facu, a
Flopy!
¡Gracias a Todos los que en la carrera dieron una palabra que
fue importante para llegar a la meta!
viernes, julio 20, 2012
Luz
Te
miro. Te miro en esta mañana. Tu dormida, quizá viajando por universos nuevos y
magníficos. Yo mirando la forma en la que respiras, sin sonidos, con calma, y
deseando ser ese aire que por un momento vivió dentro de ti. Miro tus ojos,
cómo ellos apenas se mueven, quizá porque saben que los miro y se sonrojan.
Miro tus labios rosados, en los que se dibuja una mueca neutra. Miro la luz que
entra por aquella ventana, y se cuela por entre la cortina, bañando cada parte
de tu piel, mezclándose con el aire y haciendo que brille en una caricia
tornasolada. Y así te miro, por un tiempo que pierde su esencia, y se resbala
por entre las sábanas, y de nuestras manos. Y no puedo contener el deseo de
pasar una mano sobre los cabellos que reposan sobre tus mejillas. Y entonces,
suavemente, te mueves y abres una vez los ojos. Y sonríes. Y los cierras,
porque aun la luz es demasiado brillante. Los abres nuevamente, y mirándome
buscas los míos, espejos de los tuyos. Entonces vuelves a cerrarlos, y respiras
con fuerza y te mueves aún un poco más. Y para entonces, yo cierro mis ojos,
esperando que caigas de boca sobre mi boca. Y cuando la oscuridad ya ha alzado
la voz de la victoria, siento tus labios, y ya todo cobra sentido. Y puedo
verlo. Y es en ese instante, en que Tú te vuelves luz, en esa luz al final del
túnel. Del oscuro y gótico túnel…
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miércoles, julio 11, 2012
Versos al éter
Mírame a los ojos, mírame fijo.
Martilla tu mirada contra la mía.
Y entonces, suelta las palabras, las letras, las sílabas.
Escúpeme, escúpeme todas sensaciones que callaste,
todas las palabras que escondiste por vergüenza,
por vergüenza de aceptar que tu vida era poesía,
que era caricias condensadas.
Y abofetéame en la mejilla,
con todos los dedos que siempre escondiste.
Y te diré lo que siempre creí, aquello que nos mantuvo en pie:
que siempre todo fue poesía, palabras acarameladas, viscosas,
oxígeno del fuego, combustible de las almas;
nacidas para ser consumidas sin reparos, sin remordimientos, sin
cautela.
Porque de este mundo nos vamos y sólo ellas quedan:
nuestras palabras.
miércoles, mayo 30, 2012
G
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olpeó la puerta exactamente cuando el reloj mostraba las 6:23 AM,
y lentamente la abrió. El pasillo en tinieblas a esa hora resaltaba aún más su
forma de ser y de estar ese lunes. “Lunes,
porqué el Lunes no se llama Osvaldo, Marcelo, Cronopio o Mentol, qué se yo…
Porqué el Lunes se tiene que llamar Lunes…” Yo apenas sonreí a la
ocurrencia de pensar en el porqué de los nombres de los días, cuestión más de
una vez meditada, y que siempre, pero siempre, terminaba con aquel mismo “queseyo”.
Esa forma sonora, dulcemente sonora, de entrar hacía ver que, después de todo,
ese Lunes comenzaba como todo buen Lunes. “Lunes
sin Luna en esta ciudad que a todos nos devora”. Pero hay té caliente,
algunas tostadas, mermelada de manzana y ganas de reír un poco, le dije. Caminó
hasta donde la esperaba con aquel desayuno tibio y desperezado, haciendo ruido
en el piso con sus zapatos negros de tacos aguja. Cuando le comenté que con
aquellos zapatos no podría caminar sobre las nubes, dada la poca superficie de
apoyo que incrementaría enormemente la presión, y que las nubes, justamente, no
soportan demasiada presión (gracias cátedra de Física I), me respondió “que hoy no tengo pensado despegarme del
suelo, pero de todas formas, siempre habría una segunda nube, debajo de la
primera, que podría detener la caída”. Y lo dijo convencida. Y me pregunté,
pero sin levantar la voz, cuándo fue que perdí esa capacidad de inventar nubes,
abejas, lanas de colores extravagantes, teorías amorfas, pero dulces al fin, y
cosas por el estilo. “Cuando rehusaste a
creer que la vida es un camino sólo de ida”, me dijo. Y tomé algo de té,
mirando cómo sus ojos se encendían bajo la luz amarilla. Le dije que me gustaba
cómo sus labios de amoldaban al color rojo carmín que llevaban encima, y
respondió que “es el color del corazón, y
que hoy, amanecí con el corazón entre los labios.” Y una sonrisa
desvergonzada se dibujaba en ellos…
miércoles, abril 11, 2012
A little rain never hurts no one…
Llueve. Las gotas despliegan
todo su concierto sobre el techo metálico (aluminio para ser exacto): un
concierto monótono, consistente en un solo sonido parco. “Las gotas suelen
doler a veces”, pienso y me encojo de hombros. El agua esta fría. Pero menos
que mis sonrisas, y siento algo de alivio.
Debate. Salir a caminar en
esta noche de lluvia, de lluvia de diciembre. Las gotas caerán en las llagas
que quedaron de aquel tiempo. Correrán por las venas casi abiertas, casi compitiendo
con los eritrocitos por el espacio, con la hemoglobina por el oxígeno.
Filtrarán. Humedad en el alma. No. Mi alma ya tuvo demasiada septicemia
sentimental, ya tuvo demasiada fiebre emocional, ya tuvo demasiadas
convulsiones. Debe hacer reposo. 48 hs. en cama, un té con miel al despertar y
otro a media tarde. Y quizá sane. “La humedad no es buena para el alma”,
pienso. Y me digo a mi mismo que sí. “Que tanta humedad me hará mal”.
Camino. Ya estoy caminando por
las veredas angostas de baldosas flojas de San Miguel de Tucumán. Salí sin
paragüas (lo olvidé en un bondi hace tiempo y no compré otro por eso de que “A
Little rain never Hurts no one”) y con un par de sueños en la mano izquierda.
Pero tropiezo y caen al agua que corre por el costado de la calle, debajo del
cordón cuneta. Vacilo. Intento tomarlos de nuevo, pero me detengo en el último
momento para dejarlos escapar. Quizá a otro les sirvan más que a mí. “Después
de todo vivir sin sueños se puede”, me digo. “Basta con ver a la gente
caminando”. Pero no. En realidad me equivoqué: la gente vive en sueños, no sin
ellos. Qué más da. La corriente ya los ahogó.
Silencio. Las gotas caen en
silencio. Yo las miro caer en silencio. Las veo estrellarse en silencio,
despedazarse en otras gotas satélites, éstas hijas de las primeras, y que
comparten el destino de sus progenitores: nacer para caer, para caer, para
caer, para caer, para caer. Caer. Caer.
¿Será que acaso soy una gota?
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