martes, septiembre 10, 2013

Versos Absurdos

Juguemos al absurdo.
Juguemos al ilógico,
De envolver las alas de los aviones
En plumas de cóndor.
Para volar alto,
Muy alto,
Tan alto que apenas nos elevemos
De nuestros cuerpos,
Y de nuestros labios.
Pero sin permitir que nuestras lenguas
Dejen ir el sabor de los besos.

Juguemos al absurdo.
Juguemos al ilógico,
De abrazarnos, 
Por dentro,
Casi tocando nuestras almas,
Acariciando esa esencia elemental
Que nos hacer ser,
Alguien que siente.

Juguemos al absurdo.
Juguemos al ilógico,
De querer cultivar
Un jardín de rosas
En nuestra cama
Y poder dormir cada noche
Entre pétalos
Y aromas de madrugada.
Abrazados.

Juguemos al absurdo.
Juguemos al ilógico,
De embriagarnos
Del deseo mutuo,
Por tener nuestros cuerpos
Atados al amor ardiente,
Que se hace fuego
cada mañana.
Y de las cenizas,
Renacer cada noche.

lunes, junio 17, 2013

25 Años

He amado.
He llorado.
Mi alma se partió en dos mitades asimétricas,
y la he reparado como he podido.
He reído.
Me he avergonzado.
He quedado maravillado.
He deseado mi muerte,
incluso la he planificado.
He sentido.
He mentido.
He sido honesto.
Hice daño.
He hablado.
He callado,
casi siempre.
He soñado,
despierto y dormido.
He cansado mis piernas.
He estrellado mi cuerpo,
contra el suelo.
Y contra otros cuerpos también.
He besado otros labios.
He mirado otros ojos.
He querido ser el reflejo
en el espejo.
He querido ser más robusto.
He querido ser más delgado.
He cantado canciones.
He escrito mis desvaríos (y lo sigo haciendo).
He leído muchas cosas.
Y el pasado 16  de Junio,
he cumplido 25 años.

En esta realidad.

miércoles, mayo 22, 2013

 


…Y tenías esa manía de alisar tu cabello, y me quitabas el placer de enredar mis dedos en tus rizos de cobre, y suavemente, muy suavemente, tirar de ellos, y justo antes de que una mueca se escape de tu boca, asfixiarla con mis labios…

miércoles, abril 24, 2013

Muertes

Nuestra respiración se había acoplado. Nuestros movimientos se habían unificado. Mi cabeza descansaba sobre los cabellos que bañaban tu cuello…Un leve espasmo te devolvió a la realidad, y te diste cuenta de que el agua comenzaba a teñirse de rojo hemoglobina. Sólo en ese momento te diste cuenta de que yo había tenido la mejor de las muertes: morir en tu pecho. Y en ese mismo momento te diste cuenta que Tú tendrías la peor de todas tus muertes: la de vivir la mía…

jueves, febrero 07, 2013

¿Cuántos ... ?


Sentados uno enfrente del otro le pregunté:

-          ¿Cuántas historias podían caber en tu pocillo de café? ¿Cuántas caricias cabían entre tus manos? ¿O cuántos besos podías esconder entre tus labios? ¿Cuántas miradas mías recordaban tus recuerdos? ¿Cuántas palabras se enredaban en tu garganta? ¿O cuántas habías olvidado sobre tu almohada? ¿Cuántos sueños hibernaban en el cuarto cajón de tu cómoda?

Ella nunca respondió. Pero logré entender que todo eso, y más aún, cabía en uno solo de sus silencios…                        

viernes, enero 11, 2013

La baranda


Crucé el ventanal que me llevaba de cara a la calle, pero más arriba que la calle en sí misma. La miraba desde un segundo piso. Llegué hasta la baranda que separaba (¿acaso lo separaba?) el suelo ¿acaso firme? del éter y puse mis manos en ella. Pensé un momento, y al siguiente, acomodé mis antebrazos en la misma baranda, dejando caer levemente el cuerpo. Levanté la cabeza y vi que esa Luna estaba colgada del cielo oscuro, rodeada de varias estrellas y nubes. Rodeada de madrugada. Era curioso, acercarse hasta una baranda y no pensar en saltar al vacío, quizá sólo con el ferviente deseo de sentir el aire cortándome la piel, quizá con el deseo de algo más… Simplemente estar apoyado en ella, confiando en su seguridad inmaterial, de garantías invisibles. Cambié. Esa fue la respuesta a una pregunta que fue tan tácita como jamás pronunciada. Y mi cabeza tenía nuevamente combustible para quemar, huesos para roer hasta dejar la médula oxidándose en el aire vivo. Evité hacer la siguiente pregunta que se desprendería de la primera; decidí prescindir de hacerla porque la respuesta ya estaba en la puerta de la mente. Ella. Estaba a la par mía, diciéndome que la noche estaba fresca, hermosa. Y cuánto habría por descubrir en esa sonrisa lábil, en esos ojos brillantes de juventud,  en ese cuerpo que ofrecía cobijo… cuánto. Cuánto. Y por dentro de mí, corría el dilema del erizo corrompiendo lo más humano y terrenal que tenemos. Había que decir algo, había que hacerla reír, había… y mis recuerdos ya no recuerdan.
Sólo me quedé con el sabor del momento, con el fresco de la madrugada en los labios, y su sonrisa jugueteando ruidosamente por los pasillos de mi alma, prendiendo la luz donde por años la oscuridad había sido dueña y señora.