miércoles, abril 11, 2012

A little rain never hurts no one…


Llueve. Las gotas despliegan todo su concierto sobre el techo metálico (aluminio para ser exacto): un concierto monótono, consistente en un solo sonido parco. “Las gotas suelen doler a veces”, pienso y me encojo de hombros. El agua esta fría. Pero menos que mis sonrisas, y siento algo de alivio.
Debate. Salir a caminar en esta noche de lluvia, de lluvia de diciembre. Las gotas caerán en las llagas que quedaron de aquel tiempo. Correrán por las venas casi abiertas, casi compitiendo con los eritrocitos por el espacio, con la hemoglobina por el oxígeno. Filtrarán. Humedad en el alma. No. Mi alma ya tuvo demasiada septicemia sentimental, ya tuvo demasiada fiebre emocional, ya tuvo demasiadas convulsiones. Debe hacer reposo. 48 hs. en cama, un té con miel al despertar y otro a media tarde. Y quizá sane. “La humedad no es buena para el alma”, pienso. Y me digo a mi mismo que sí. “Que tanta humedad me hará mal”.
Camino. Ya estoy caminando por las veredas angostas de baldosas flojas de San Miguel de Tucumán. Salí sin paragüas (lo olvidé en un bondi hace tiempo y no compré otro por eso de que “A Little rain never Hurts no one”) y con un par de sueños en la mano izquierda. Pero tropiezo y caen al agua que corre por el costado de la calle, debajo del cordón cuneta. Vacilo. Intento tomarlos de nuevo, pero me detengo en el último momento para dejarlos escapar. Quizá a otro les sirvan más que a mí. “Después de todo vivir sin sueños se puede”, me digo. “Basta con ver a la gente caminando”. Pero no. En realidad me equivoqué: la gente vive en sueños, no sin ellos. Qué más da. La corriente ya los ahogó.
Silencio. Las gotas caen en silencio. Yo las miro caer en silencio. Las veo estrellarse en silencio, despedazarse en otras gotas satélites, éstas hijas de las primeras, y que comparten el destino de sus progenitores: nacer para caer, para caer, para caer, para caer, para caer. Caer. Caer.
¿Será que acaso soy una gota?


3 comentarios:

Esilleviana dijo...

Hola Carlos, me alegro de leerte.
Supongo que estar en otoño contribuye a sentirse con el cuerpo lleno agua, donde los sentimientos son como un licor extraído con infusión del dolor que se dilata en la mente. Creo que ese silencio necesita ser oido.

un abrazo amigo

Maria Eugenia dijo...

De repente yo también me sentí una gota. Me uno a tu caída...
Un beso grande

Kris Diminutayazul dijo...

Será que puedes ser lo que tú quieras.
Y el camino más rápido para ello es la palabra.
Abrazote