domingo, diciembre 12, 2010

Mujer de Venecia


Te vi en ese preciso momento en que una grupo de mascarados dejaron el sendero etéreo para que mis ojos chocaran contra ti misma. Magia aparte, tal vez realmente algo de mí chocó contra Ti pues tus ojos hirieron a los míos, con una estocada perfecta, digna del más hábil entre los samuráis. En ese momento pensé que tal vez eras la Medusa de la que habla la mitología, reencarnada quizá por obra de quien sabe qué dios, pues me sentí lo más parecido a la piedra de la que está hecho el mundo. Gris, inmóvil, pétreo. Pude ver tus ojos, o lo que creo que eran tus ojos, a través de los ojos de tu máscara. Y me mirabas. En silencio, inmaculada, insensible; clavabas esa mirada-puñal en mi carne una vez para volver a hacerlo una vez más, una vez más, sintiendo como la carne comienza a desgarrarse en sensaciones que no encuentran analogía en las palabras. ¿Cómo es que sea posible encontrar tanto placer en tanto misterio? Pues nada de Ti podía ver, pero sentía que podía verte completamente en la esencia de Ti misma. ¿Qué podría esconderse debajo de ese rostro nacaradamente pétreo y tan sutilmente inexpresivo que al mismo tiempo lo expresaba todo? Si hasta creo que podía verme en mi propio reflejo en esa máscara-tortura que llevabas y que, paralelamente, todo a cerca de Ti lo ocultaba.

Cuando el éxtasis de la agonía comenzaba a transformarse en una plegaria librada al viento, cuando todo parecía comenzar a desaparecer para ocupar el lugar que ocupan las cosas desaparecidas en lugares ocultos y olvidados, fríos y húmedos quizá, cuando ya no quedaba lugar para una sola mirada más, cuando sólo quedaba espacio para extinguirse simplemente en polvo de estrellas…en ese momento otra oleada de mascarados me arrebató de las manos-garras de una dulce y agónica extinción. Cuando esa fila de incautos encubiertos en sus trajes brillantes como el sol que acompaña a la lluvia en verano pasaron, Tú, mujer de Venecia, ya no estabas. Aquellos incautos e insensibles mascarados me devolvieron la certeza de saber que aún estoy aquí, ahora, pero me arrebataron la duda de saber qué hubiera ocurrido si un segundo, tan sólo un segundo más, tu mirada me hubiera desagarrado; me arrebataron la posibilidad de saber que hubiera sido de mí mismo si tan sólo un segundo más, me hubieras mirado.

8 comentarios:

oliva dijo...

Conocer las miradas
Saber qué esconden los ojos de la noche,
Las pupilas del sueño perdido del invierno,
La madrugada.
Descubrir las miradas e interpretar los signos
Que en el fondo del vaso
La soledad dibuja,
O es quizá el abandono
Quien dibuja
Los signos ya borrosos de una mirada ausente.

María Cinta Montagut

Escribes muy, muy bien. Una mirada puede ser tan convincente, poderosa y certera como la palabra, un abrazo, una sonrisa o un desplante. Los ojos poseen una energía especial, como la mirada-puñal que ella clavó en su carne, para después volver al silencio.

Precioso, me gustó mucho.

Un abrazo.

Mar dijo...

Se desvaneció la mirada antes de poder atisbar que había detrás de ella... quizá complicidad, ausencia, curiosidad, indiferencia. Dejemos que la imaginación viaje.

Bss.

Lucía dijo...

Prepotente encanto
con mil fonemas traspasándome
hasta el punto de imaginármela ...


( Me gusta tú perfil... Ahora sabes
por qué mi blog se llama DióxidoLiteraturado )

Besitos.

.A dijo...

si me hubiera mirado un segundo mas fijo que me hubiera quedado petrificada

Noelia Palma dijo...

esto es sinceramente bellísimo, perdón pero decir algo mas sería vulgar y arruinaría tu texto... saludos!!

Carlos dijo...

No hace falta pedir perdones Noe,
este es un espacio para expresarse con libertad...

:)

eMiLiA dijo...

Miradas que penden de un hilo y que no se concretan. ¡Qué agonía!

Un abrazo!

Carlos dijo...

Miradas...qué más agregar :)