domingo, noviembre 21, 2010

De tormentas dentro de Tormentas...

Imprevista e ingenua. Sí, esos son las dos cualidades de esa gota que vino de lo alto, desde aquellas grises nubes que parecían como aletargadas en esa noche aletargada. Esa gota cayó hasta tocar el suelo; quisiera decir que tocó con suavidad el suelo, que imitó la caída de una suave pluma, pero no, debo decir que golpeó el suelo con violencia, violencia que quedó esparcida por el aire. E imitáronla otras tantas, otras miles de gotas, una procesión de gotas para dar lugar a lo que ordinariamente cualquier incauto diría, una tormenta. Así comenzó, con las gotas empezando a teñir los colores de otros colores algo más oscuros, liberando de la prisión desconocida hasta hoy al aroma de la tierra mojada – ¿serán las gotas las llaves de esa secreta prisión que encierra ese mágico aroma? – Cuando ya todo era humedad y colores apagados, cuando todo parecía que todo sería una sucesión de cuadros idénticos, el primer relámpago surcó el cielo en una especie de gigantesco chispazo efímero y seguidamente, sin hacerse esperar demasiado, quizá por competencia o qué sé yo, gritó presente el primer trueno, con esa voz ronca y potente. Y de la misma manera que sucedió con las gotas, comenzó el desfile de relámpagos seguidos de truenos desfilando por el cielo, por el aire, delante de estos dos pares de ojos que sin decir palabra alguna hasta entonces eran los mudos espectadores del momento. Así siguieron esos dos pares de ojos, viéndolo todo, así siguieron esos dos pares de oídos escuchándolo todo, aunque esos dos pares de labios nada dijeron. Cuánto tiempo paso, nadie lo sabe. A nadie le importó. El espectáculo seguía y entonces una voz se dejó oír: “otra tormenta ha de empezar, una tormenta ha de empezar dentro de otra tormenta”. “¿Una tormenta dentro de otra tormenta?” repitió Ella para sí misma. “No lo comprendo”, agregó. “Afuera caen gotas frías, afuera estallan los efímeros relámpagos que cabalgan en indomables truenos, mientras que aquí, en este cuarto, dentro de estas dos pares de paredes, estallarán las caricias, explotarán nuestros labios en trémulos besos, nuestras almas se fundirán en un único abrazo…” dijo él. Aunque no pudo terminar de encadenar las palabras, porque unos labios dulcemente opresores, los de Ella, imperceptiblemente ya se encontraban posados en los de él. Afuera, la tormenta continuaba su ininterrumpido desfile, adentro, recién acababa de comenzar…

2 comentarios:

Mar dijo...

Bonito nombre elegiste para tu blog. Pasaré a leerte por Lothlorien a menudo.

Siempre que se desata una tormenta, no se sabe hasta donde llegará... sólo que después llega la calma.

Saludos.

Carlos dijo...

El blog está abierto para cuando quieras pasar a visitarlo...

¡Gracias por llegarte!

Saludos.